Publicado en 2007 en Revista “Dialogo” no. 51, Ediciones del Verbo Encarnado, Mendoza (Argentina).
Querido hermano:
Supongo que no tienes mucho tiempo, por eso no te lo haré perder con una larga introducción. Te advierto que no es necesario (ni ha sido mi intención) que estos pensamientos se lean de corrido, ni en un día, ni en un mes, ni en una año, aunque leerlos todos no te llevaría más de 15 minutos. Si lees uno, y te aprovecha, habré cumplido mi objetivo.
Son pensamientos, ideas, que te pueden servir en los momentos en que estás “con el agua al cuello”, o, como decíamos en el seminario, “hasta las manos”. Cuando sentimos la presión de lo que debemos hacer y la imposibilidad de hacerlo, o de hacerlo como nos gustaría. Cuando se multiplican los trabajos y las responsabilidades, y el reloj por su parte sigue marcando veinticuatro horas al día, ni una más.
Los pensamientos son breves, no cansan y no hacen perder mucho tiempo.
Que no te sorprenda ni incomode, por favor, el estilo a veces duro. Son cosas que el alma se dice a sí misma, sin vueltas, cuando está a solas con su conciencia.
1. “Tengo mucho que hacer...”.
No, no tengo mucho que hacer. Sólo una cosa: la voluntad de Dios
Cuando te parece que no alcanzas a hacer todo lo que tienes que hacer, es porque tal vez quieres hacer lo que no puedes, o lo que no debes. Si haces mil cosas, no te bastarán mil vidas. En cambio, si haces la voluntad de Dios, 24 horas al día te serán suficientes.
Dios no pide lo imposible, pide solamente todo. Lo que no se puede hacer, tampoco Dios lo quiere.
2. La alegría de “hacer” I
Sí, son varias cosas. Pero no son cosas que “tengo que hacer”. Son cosas que puedo hacer, y las quiero hacer. Puedo hacerlas porque Dios me ha dado la gracia. Quiero hacerlas, porque eso es lo que Dios quiere y lo mejor para mis hermanos.
¡Ánimo! ¡Nadie se ha muerto aún por cumplir el deber de estado! ¡Nadie se ha muerto por dar la vida por las ovejas…!
Sí, lo sé. Alguien ha muerto. Pero mil veces morir de amor antes que vivir como un castrado, incapaz de amar.
Nadie se ha muerto significa que nadie ha sido un infeliz por haber amado. Vivir es amar, y si no, es la muerte. Hazme vivir, Señor, para amar, y si no hazme morir de amor.
3. Marta y María
Marta mira todo lo que tiene que hacer, se preocupa por cada cosa. María mira sólo a Jesús.
Todo lo que podemos hacer terminará con la muerte, pero lo que hayamos rezado no nos será quitado.
Lo que hacemos no tiene que ser “muchas cosas”. Es una sola, porque es Uno Solo a quien servimos.
Dios no quiere mis obras, quiere mi amor.
4. “No puedo en tan poco tiempo…”
Dios es providente. Lo que haya que hacer, si hay que hacerlo y tú no puedes, lo va a hacer Él. Es muy poderoso. No te preocupes de lo que no puedes hacer, porque no es tu trabajo.
No desconfíes de Dios. ¿Por qué confías en tus fuerzas y en tu tiempo, y no en Él? ¡Cuántas veces Él dispuso las cosas para que salieran bien, o para que te fueran más fáciles! Tranquilo, Dios organiza muy bien las cosas, lo tiene todo pensado.
No confíes sólo en ti. ¿No lo dice la Escritura? “Si el Señor no construye la casa…”. ¿Qué quieres construir sin Dios?
5. La paz no está en la agitación, está en la oración.
Siento necesidad de estar con Él para hacer mejor las demás cosas. Porque las cosas me cansan y me perturban cuando me falta estar con Él. En cambio cuando Él está en lo profundo de mi corazón todo es más fácil. Es el principio y fundamento, debe ser el primer motor. Lo que no se hace por amor de Dios es “manija”, no sirve y cansa.
6. ¿Hacer mucho y rezar poco?
El activista confía en su trabajo, hace mucho (y reza poco) porque piensa que el fruto lo va a conseguir él. Pero “Si el Señor no construye la casa…”.
7. Mucho trabajo
Dijo una vez un padre[1] a sus seminaristas: “Y no anden diciendo ‘cuánto trabajo que tenemos’, porque es medio mundano”.
¿Por qué sería mundano decir eso?
Tal vez porque para el cristiano ningún trabajo puede ser mucho. Siempre tenemos el trabajo que Dios nos manda y nada más. “Siervos inútiles somos…”.
Además, después de todo lo que te amó Cristo, nada de lo que te pida puede ser mucho.
Puede venir de la soberbia, que quiere hacer ver a los demás que tengo mucho trabajo porque soy capaz de hacerlo. O de la comodidad, porque es mucho trabajo con respecto a lo que yo querría hacer para estar más tranquilo.
No sé si será mundano o qué, pero considero que es mejor trabajar en silencio y con alegría.
8. Las quejas I
Si en vez de llorar lo que no podemos hiciéramos lo que podemos, es decir, si en vez de quejarnos de lo que no podemos hacer nos preocupáramos de lo que debemos y podemos hacer, seríamos mucho más alegres y haríamos mejor las cosas.
Hacer lo que podemos significa hacerlo en plenitud, y no mediocremente con la excusa de que “no puedo más”.
Y esto no es simplemente un recurso psicológico para estar más contento. Se trata de hacer la voluntad de Dios, que es siempre, invariablemente, adorable[2]. Nada puede haber más bello que la voluntad de Dios.
9. Tibieza en la acción
¿Habré hecho yo más bien en el seminario que el cura de Ars en su parroquia? ¿Habré hecho crecer más a la Iglesia yo que él? No importa lo que se hace, sino el amor con que se hace. ¡Basta de conformarnos con lo que hacemos! Solamente hay que conformarse con el martirio, porque no hay amor más grande. Lo que hacemos es poco si el amor es tibio.
¡Más oración, más penitencia, más humildad, más sacrificio!
Cuando te parezca que estás haciendo lo correcto pregúntate: ¿No puedo hacer más? ¿No lo puedo hacer mejor? Lo correcto es morir por Cristo. Y de esta muerte morir a cada instante.
Si quieres menos, te amas a ti mismo, no a Jesucristo. “El que ama su vida la perderá”.
10. El trabajo que salva
Al mundo no lo voy a salvar con mis obras humanas. No voy a salvar el mundo haciendo todo lo que tengo que hacer según mis planes, mi parecer o mi voluntad. Lo voy a salvar, voy a colaborar con la redención, haciendo todo lo que tengo que hacer según el plan de Dios, según su voluntad.
¿No pude cumplir con algo? Pues la mies siempre será abundante y los trabajadores pocos. Siempre va a haber muchísimo para hacer y pocos para trabajar. Ya estaba en el plan, está revelado. Por tanto, debo conservar la paz incluso cuando no puedo hacer mi trabajo, porque si hice lo que pude, esa era la voluntad de Dios. Y por tanto todo está bien.
Por supuesto, de todos modos: “Rueguen al dueño del campo…”.
La paz no está en terminar lo que yo quería terminar hoy, sino en hacer la voluntad de Dios. Me dijo una vez un padre[3]: “Tenías que hacer veinte cosas, te quedaron diecinueve, si hiciste bien esa, hiciste la voluntad de Dios”.
11. El trabajo que salva II
A veces por un mal entendido celo, no cumplimos con nuestros deberes. Hacer muchas cosas, o hacer cosas de más, pero siendo infiel, es confiar en las propias fuerzas y no en Dios.
¿Por qué pretendo tanto, como si todo dependiera de mí? Si quiero salvar almas, si quiero salvar al mundo entero, tengo que ser fiel.
Y lo mejor que se podrá hacer por las almas es celebrar la Misa, es rezar.
12. Aprovechar el tiempo
“Dios ha hecho bella cada cosa a su tiempo” (Qoh 3,11). Gozarás de tus obras si haces a cada momento lo que debes, y no otra cosa. Esto es aprovechar el tiempo cualitativamente.
“Hay un tiempo para cada cosa” (Qoh 3,1.17) porque ninguna cosa es eterna ni absoluta. Las cosas se suceden unas a otras, pero Dios permanece. Las cosas que hagamos, incluso las más grandes, tienen su tiempo, y un día pasarán. Pero el amor no pasará jamás.
“¿Qué ventaja trae preocuparse con fatiga?” (Qoh 3,9). Es decir, ¿para qué darle el corazón a cosas que ni valen la pena? Mejor, hacer la voluntad de Dios.
13. Aprovechar el tiempo cualitativamente
Dijo un cura[4]: “A veces es imposible aprovechar más el tiempo cuantitativamente, porque materialmente no hay más tiempo (a veces sí, cuidado, porque uno pierde tiempo con cosas inútiles). Lo que hay que tratar de hacer entonces es aprovechar el tiempo cualitativamente”.
Hay que discernir qué cosas son las que realmente conviene que hagamos, cuál es el mejor modo de hacerlas, cuándo es el mejor momento, etc.
“Esto no es matemático, a veces nos vamos a equivocar. Paciencia, a Dios ni eso se le escapa”.
“Pero en definitiva: aprovechar el tiempo cualitativamente significa hacer en cada momento lo que Dios quiere. No seguir mis manijas, no hacer cualquier cosa, lo más fácil… No. Hay que hacer lo que Dios quiere”.
14. El problema está en la cabeza…
“Todo aquello que es verdadero... sea objeto de vuestros pensamientos. Y el Dios de la paz estará con vosotros”. Fil 4,8. No deben ocupar nuestros pensamientos las manijas, los temores irracionales, las tentaciones de futuro, la sobreestimación de las pequeñeces. Todo eso nos quita fuerza y nos hace perder tiempo porque es falso.
15. La alegría de “hacer” II
Tenemos que aprender a encontrar el gozo en la acción[5]. Cuando hacemos, no tenemos que estar pensando en que sería mejor reposar físicamente, o qué bueno sería irse a hacer un retiro espiritual. “Age quod agis” et gaude! Hay que amar la voluntad de Dios, y gozarse de poder cumplirla. Ese es el reposo que da la paz. No la búsqueda desordenada del reposo.
16. Las quejas II
Quejarse de tener mucho trabajo está mal.
En primer lugar porque no es verdad. El que se queja de que es mucho el trabajo, es porque lo considera “demasiado”. Demasiado sería ser condenado a muerte siendo inocente, sufrir sin ser pecador, servir a otro siendo en realidad Señor. Era el caso de Cristo, pero no es nuestro caso. El trabajo que tenemos no es nunca demasiado, porque lo dispuso el Patrón más justo que pueda existir.
En segundo lugar, porque aún por aquello que tiene de verdad, no está bien quejarse. Quejarse es mostrarse en desacuerdo con la voluntad de Dios, lamentarse de que la realidad no sea como nosotros la queremos, sino como Dios quiere. Si nos parece injusto o malo tener el trabajo que Dios quiere que tengamos, estamos haciendo de Dios alguien injusto y malo, y eso no está bien.
¿Cuál puede ser el origen de esta actitud? Tal vez nos parece que nos falta tiempo porque no lo tenemos para hacer lo que nos gusta, o en el modo en que nos gusta hacerlo. Porque hay amor desordenado a una cosa que Dios no quiere para nosotros.
¿Qué se puede hacer?
Examinarse para ver cuál es ese afecto desordenado.
Trabajar en la paciencia.
Gozar de lo que se hace. “Si no puedes hacer lo que te gusta, trata de que te guste lo que haces”.
17. Tiempo libre
Es una gracia muy grande tener muchas cosas que hacer. Significa que Dios confía en ti y en que puedes hacerlas.
Es peligroso tener mucho tiempo. El que tiene tiempo lo puede perder, el que no tiene tiempo…
Puede ser mundano querer tener más tiempo libre. ¿Libre de la voluntad de Dios? ¿Para qué lo quieres?
Si tienes tiempo libre, ocúpalo, oblígate, busca cómo consumirlo con urgencia, huye de él.
Y cuando “no tengas tiempo”, detente y mira qué bellas y qué buenas son las cosas que estás haciendo. ¿Acaso sería mejor no hacerlas? ¿Sería mejor para ti que las hiciera otro, si lo haces por obediencia? ¿Sería mejor hacer otra cosa, y no la voluntad de Dios?