San Pablo dice: “porque las armas de nuestro combate no son carnales, sino que Dios las hace poderosas para derribar fortalezas: deshacemos sofismas y toda altanería que se levanta contra la ciencia de Dios, y sometemos a la obediencia de Cristo, como a un prisionero, a todo entendimiento” (2 Corintios 10, 4-5)
“Deshacemos sofismas.” Todo argumento contra la verdad de la fe es siempre un sofisma, una apariencia de verdad que se derrumba por falta de fundamento sólido, como se derrumba una casa construida sobre arena cuando es sacudida por los vientos.
“Sometemos a la obediencia de Cristo, como a un prisionero, a todo entendimiento.” El entendimiento se somete a la fe como un prisionero en cuanto que la fe no se le demuestra sino que se le exige por obediencia: el contenido de la fe se impone por la autoridad de quien revela. Sin embargo, el entendimiento no sufre violencia: se compara a un prisionero porque asiente sin poder ver aquello que cree, pero el entendimiento sí ve que debe creer, es decir, que hay razones para creer aquello que se revela. Además, la voluntad, que mueve al entendimiento a creer, obedece libremente.
Ahora bien, el entendimiento de los herejes es prisionero por otra razón. En efecto, los herejes ponen razones aparentes para liberarse de la obediencia de la fe: en cambio, su entendimiento es sometido por quien deshace esos sofismas y, así, se vuelve prisionero. No porque el hereje crea contra su voluntad, sino porque los argumentos con los que pretendía liberarse de la fe han sido destruidos. Su entendimiento no puede ya valerse de los argumentos falsos, porque su engaño ha sido descubierto. Sin embargo, su voluntad puede persistir en querer negar la verdad de la fe.
“Las armas de nuestro combate no son carnales.” Otra traducción trae: “no peleamos con las armas del mundo.” La razón es que, aun cuando usamos la filosofía y otras armas humanas, las usamos movidos por la fe y por el amor, de tal modo que su eficacia en el combate depende principalmente de la primera causa, que es Dios y su gracia, y sólo instrumentalmente de las armas mismas. Por esos se dice que las armas no son carnales en cuanto que “Dios las hace poderosas para derribar fortalezas.” Con la ayuda de Dios, el hombre se hace capaz de vencer los engaños del mismo demonio.
“Deshacer sofismas” es argumentar, es usar las armas que tenemos. Las armas tienen una eficiencia propia, la eficiencia instrumental. No es lo mismo pelear con una espada que con un arma de fuego. Por eso no se debe despreciar el estudio y la ciencia, sino procurarlos en cuanto nos sea posible.